A partir de 1533 se adoptaron nuevas mejoras con la llegada a la obra del ingeniero Antonio Ferramolino, a quien debemos en particular el perfilado de los dos extremos: para proteger los cañones, se profundizaron las "gargantas de las paperas" abiertas en la línea de flanqueo de la cortina principal y, en menor medida, en la corta "trompeta" (o "pinza") de la fachada opuesta orientada al norte. En el interior, las grandes salas no siguen reglas estrictas de geometría. Una escalera de fuerte pendiente conduce a la sinuosa "galería de contominas", construida a los pies del baluarte a lo largo de todo el perímetro de sus cimientos.
Terranova C.P., La città murata. Dalla visita al "memorabile viaggio.", in Milazzo Nostra n. 28-29 - Marzo-Luglio 2011, pp. 22-23