Santa Lucía

Pintura que representa a Santa Lucía llevada al martirio
Óleo sobre lienzo
Desconocido pintor siciliano
Primera mitad del sec. XVII
La pintura representa a Santa Lucía conducida al martirio y se presenta como una narración simultánea y muy agitada de varios momentos de la historia hagiográfica. La santa es arrastrada con fuerza por sus aguacates y una pareja de bueyes, por medio de cuerdas que le rodean el cuerpo y las manos; su mirada está dirigida al cielo donde un angelito lleva los símbolos del martirio (la corona y la palma). Bajo sus pies se colocan brasas ardientes – aunque poco legibles – que aluden al suplicio del fuego al que fue sometida.
Alrededor de Lucía se apiña el grupo de torturadores. Algunos están ocupados tirando de las cuerdas con todo esfuerzo para mover el cuerpo milagrosamente hecho muy pesado. De hecho, las fuentes hagiográficas (la Passio y los Actos de los mártires, ambas del siglo V ) cuentan que la joven siracusana – vivió en el siglo IV, durante la gran persecución ordenada por el emperador Diocleciano -, fue denunciada por el prometido pagano rechazado y sometida a un juicio celebrado por el procónsul Pascasio, quien, ante la firmeza y el orgullo de la muchacha, determinó que fuera llevada a una pocilga. Después de la sentencia fue vano todo esfuerzo, incluso con la intervención de bueyes, para mover el cuerpo que se había vuelto muy pesado. Una de las figuras representadas en el cuadro ostenta una estatuilla de oro, con referencia a la propuesta hecha por el procónsul de renegar de la fe cristiana y adorar los ídolos paganos. En la extrema izquierda se representa a un soldado desenvainando la espada que le fue clavada en la garganta, causándole la muerte.
La obra se caracteriza por un tono dramático intenso que invada todas las figuras también a través del uso inteligente de la luz que irradia desde arriba, desde el ángulo izquierdo.
La pintura presenta analogías con el gran retablo de igual contenido realizado en la segunda mitad del siglo XVI por Deodato Guinaccia para la iglesia del Monasterio de Santa Lucía de Siracusa. Similar es la intención narrativa y la carga emocional que mueve la escena, por lo que las figuras actúan de manera espectacular, aunque la obra siracusana es más coral, mientras que el milazese presenta una respiración más contenida. El autor desconocido de la tela aquí presente parece dar prueba de conocer la obra del Guinaccia, especialmente en la pose de la santa y del soldado que, a su izquierda, agarra con ambas manos una cuerda que recuerda a una figura masculina en la misma operación en la pintura de Siracusa.
Según Chillemi, la obra proviene del antiguo Duomo. Según el estudioso estaba situada en el primer altar de izquierda.
Las condiciones del marco no permiten una lectura clara. Fue sometido en una época indeterminada a una intervención de restauración que atacó la parte pictórica, quitando algunas capas; es posible que en la misma ocasión el lienzo sufrió un redimensionamiento en los cuatro lados. Lo indican claramente algunos elementos inexplicablemente cortados, como la cabeza de bueyes, a la derecha, de la que falta una parte o, en la parte superior, la escena de los angelitos a los que falta parte de la cabeza (pero también el pie del aguacil en la parte inferior y el soldado a la izquierda, también cortado por la mitad). Ni la restauración realizada en época reciente ha podido restablecer el estado original o remediar los daños.
En cuanto a la datación, por los pocos elementos todavía legibles se podría suponer una realización que data de la mitad del siglo XVII o las primeras décadas de la segunda mitad; es difícil también formular una tesis sobre el autor, que parece que se puede buscar dentro del ámbito regional.